escuela, encuentro, desencuentro, nihilismo, maestros, cultura

Estudiar

cactus flor

Con qué facilidad atrapamos el significado de las palabras y las vaciamos del contenido que nos permitiría hacernos más libres en lugar de utilizarlas para golpear, manchar, amenazar y chantajear a los demás. Así como una mariposa cae en nuestras redes, la palabra queda desvirtuada perdiendo toda su riqueza.

Llama la atención descubrir que la palabra ‘estudiar’ significa en su etimología  ‘dedicarse con atención (a algo)’, ‘tener gran gusto (por algo)’, ‘‘realizar con afán’, ‘poner empeño’, ‘apresurarse a hacer algo’, ‘estar deseoso por hacer algo’, ‘esforzarse por hacer algo’, etc.

A tenor de los resultados del sistema educativo actual todo parece confirmar que es suficiente con memorizar y aprobar sin aprehender la esencia del conocimiento: limitando el estudio a ‘ingerir’ hasta el empacho. Este planteamiento es nefasto, entre otras cosas porque desde el punto de vista social conseguimos un resultado muy inferior al esperado y desde el punto de vista individual sólo se consigue ir anulando la personalidad, en la medida en que nos limitamos a reproducir.

Para arrojar algo de luz comparto por su actualidad una publicación de Guillermo Rovirosa titulada Estudiar (1948) en el que critica duramente los centros de enseñanza.  La frescura del texto forma parte de su propuesta pedagógica que entusiasmó a miles de militantes cristianos pobres -en su gran mayoría analfabetos- y que con el plan de formación cíclico transformó la fisionomía de todo el país.

Estudiar «es el destino del hombre. Desde que abre los ojos a la vida hasta que los cierra para el último sueño. De tal manera, que aquel día en que uno no ha aprendido NADA, se puede dar por perfectamente perdido. ¿Qué más da haberlo vivido que no? Pero en la cabeza de muchos, el concepto ‘estudio’ va necesariamente ligado al objeto de ‘libros’. Si ello fuera así, nunca hubiera podido empezarse a estudiar. No. Estudiamos siempre que ‘razonamos’ sobre objetos o ideas que llegan a nuestro entendimiento, sea por conducto de los libros o por la vida misma.

No es lo mismo ‘ingerir’ que ‘asimiliar’. En los centros de enseñanza de este país, en todos los grados, se procura por todos los medios -cada vez más- que los alumnos ‘ingieran’ capítulos y más capítulos de libros cada vez más gordos, con la única preocupación de que puedan vomitarlo en el momento del examen (o de la oposición). Con lo cual sólo se consigue estropear el organismo intelectual para toda la vida.

¿No es un trabajo estéril -y estúpido- el que realizo para introducir y llevar en mi cabeza las páginas de un libro que puedo tener siempre al alcance de la mano? ¿No es tan imbécil el aprenderse de memoria una página entera de las tablas de logaritmos como la cronología exacta de los reyes de España?

Ciertamente, lo que interesa es ‘asimilar’ la esencia de los logaritmos tal y como son en sí mismos, lo cual es fácil ya que sobre ello no hay controversia y asimilar ‘la esencia’ histórica de los monarcas españoles, lo cual es mucho más difícil, pues aquí el verdadero estudiante ha de elaborar, ‘digerir’ con su entendimiento las encontradas opiniones de cuantos autores hablan del asunto.  Bajo el punto de vista social si se limita a ‘ingerir’ consiguiendo un resultado muy inferior y bajo el punto de vista individual sólo se consigue ir anulando la personalidad.

Otra cosa es la ‘asimilación’ que consiste en ‘aprehender’ la esencia, el ‘QUID’, el ‘POR QUÉ’, la razón de las cosas y de las ideas, en tomar posición, en escoger. Podemos conseguir que nuestro estudio sea racional, alegre, atractivo e interesante. En una palabra nutritivo para el cuerpo y el espíritu».

Decidme ¿tan difícil resulta entender esto? ¿por qué no se hace? ¿cómo podemos cambiar?

Mª Isabel Rodríguez Peralta 05/08/2019

5 comentarios en “Estudiar”

  1. Posiblemente en educación no se cambia el chip porque todos tendemos a hacer lo que han hecho con nosotros, en realidad es difícil salir de la ‘zona de confort’, ponerle el cascabel al gato en eso. Es preciso generar nuevos hábitos, técnicas, métodos, procesos, tácticas… pero como en casi todo lo más importante es el amor que se ponga en la tarea educativa.

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  2. No creo que sea tan difícil de entenderlo. Pero si creo muy importante el análisis que planteas y la reflexión personal que en mí suscita y que ahora comparto.
    Vivimos en una sociedad en la que se ha globalizado la superficialidad. En la que se pasa por la vida de puntillas. No prima el gusto por… ni dedicarse con atención a… y mucho menos esforzarse por hacer algo.
    Creo que ahí está la clave. No es prioridad estudiar.
    Pero voy más allá… Los que tenemos entre manos por devoción y vocación EDUCAR, tenemos un gran compromiso y responsabilidad en dicha tarea para ayudarles en ese proceso.
    Y para ello me remonto a la raíz etimológica de la palabra EDUCAR. Del latín ex ducere (ex=sacar) SACAR LO MEJOR DE CADA UNO HACIA FUERA.
    La reflexión que comparto es la siguiente.
    ¿ ESTAMOS EDUCANDO A NUESTROS ALUMNOS ? ¿Estamos sacando hacia afuera lo mejor de cada uno? O sólo nos estamos ciñendo a transmisión de contenidos, datos e información.
    ¿Nos estamos deteniendo a sacar sus valores y virtudes, siendo unos auténticos educadores, facilitando así el gusto por el estudio?
    Bueno, creo que por aquí van los tiros, una diferente visión en este sistema educativo actual, para poder obtener un cambio de resultado individual y global.

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  3. Siempre entendí así la educación. Debe formar para la vida y no sólo para un currículum técnico. Pero al sistema le interesa que las cosas sigan así. Una verdadera educación es profundamente revolucionaria, ahí están Freire o Milani para demostrarlo.

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  4. Gracias Isabel por introducir un tema que me parece fundamental. Realmente algo está fallando en el sistema educativo cuando en las aulas el entusiasmo brilla por su ausencia, tanto por parte del profesorado como en los alumnos, cuando resulta tremendamente tediosa la memorización de datos para luego, tras el examen, echarlos al cajón del olvido, cuando los chavales no van contentos a aprender al instituto o al colegio, cuando se dedican horas y horas a ver «como motivamos a los niños…», que, ya de por sí en sus vidas personales están, cuanto menos, apáticos, deseando de volver a casa para engancharse a sus gadget preferidos.
    Echando mano de mi propia experiencia como alumna y posteriormente como profesora, he reflexionado mucho sobre cómo sería, en mi opinión, el hecho educativo y el estudio. He tenido también la oportunidad de trabajar en una residencia de mayores, así como de disfrutar de la presencia de mis abuelos, gente sin estudios, pero con una cultura infinita. Los ancianos nos enseñan con su vida porque ellos, algunos aún sin haber estudiado, han encarnado esos saberes que nosotros hemos memorizado, pero que no los hemos puesto en práctica, no les hemos dado vida.
    Sueño con una escuela donde el interés del alumno sea su guía didáctica, donde el profesorado lo oriente en esa búsqueda, porque donde hay entusiasmo hay aprendizaje sí o si. He visto a mi hijo «inventar» una polea porque quería saber cómo subir a un playmobil a la mesa con una cuerda…y a raíz de ese hecho de interés total hemos aprovechado para explicarle cómo funcionan las poleas… tiene 5 años y esa experiencia la ha aprehendido, no ha tenido que sentarse delante de un libro para memorizarla en un momento de su vida en el que, a lo mejor, está más interesado por las luciérnagas y no por las poleas.
    Creo que el diálogo con las personas, conocer la realidad que nos rodea y el mundo en que habitamos es la mejor escuela, la escuela que proporciona cultura, si no que le pregunten a mis abuelos… y a los vuestros.

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  5. Una mañana de Mayo del 2015 subí a ese «escenario» que aún comparten las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Me disponía a compartir una breve pero constante inquietud sobre el primer deseo que un infante tiene al nacer: abrir los labios, la boca antes que los ojos, y alimentarse de leche materna.
    El deseo era mi compañero y estudio, como bien muestra la definición etimológica de la palabra estudio que nos recuerdas, Isabel.
    Esta misma noche no siento la fuerza para recrearme en otra vieja etimología sobre el «deseo», pero te invito a que la averigües -seguro será una vez más- ya que las palabras son importantes.
    Durante mi exposición en el aula, un prestigiado hombre que rondaba los 45 años, que nunca se quitaba la chaqueta en clase, me interrumpió. Su colaboración fue poco más que la certeza inquebrantable de cuán obsoleta estaba la información que ofrecía (simplemente sucedía que las fuentes que escogí no «comulgaban» con el pensamiento de este hombre). Todo se paralizó. Los alumnos de Antropología fueron cayendo como moscas y, sin dejar el asombro, abandonaron el aula. Todos vimos más allá de sus palabras atacantes. ¡No podía ser cierto! ¿Un profesor de historia del pensamiento contemporáneo interrumpiendo con aquellas formas las voluntades y la pasión de una alumna? Así fue. Entonces lloré mucho. Después, acompañada, escribí algo que, sin pretensiones, llegó de lo individual a lo universal (además de acabar depositado en el casillero de aquel hombre).
    Lo comparto contigo:

    «Ofrezco este manifiesto por lo que pueda servir, porque no lo sabes y eres como nosotras:
    Tú, que aquí te detienes y te volteas escéptico, curioso, ignorante tú también, caminas la vida inaccesible y eres como yo, errante náufrago sin mar. Ulises sin sirenas.

    De veras te pregunto
    ¿Finges o estás ya cansado, en estos juegos, en el aburrimiento que te estorba, de este mundo quiere ser víctima, Salvador o verdugo?
    ¿Estás a la luz o la sombra te protege?

    Susurras una pregunta y te inunda la duda
    que mucho nos destruye.
    ¿Tienes miedo a ser escuchado o a que nadie te escuche?

    En la escuela, casi destruida, en las charlas idiotas, en la universidad dirigente, en las obligadas tareas putrefactas o en el banal entretenimiento
    yo no encuentro más respuestas.

    Asumir te duele.
    ¿Creer? Esto lo haces desde siempre.
    Sé lo que quiero y lo que no tengo
    y he decidido afirmar que estoy mal.
    Abrazo la tristeza amiga y levanto el índice para pedir agua.

    He aquí nuestra luz
    los no lugares en nuestras calles.
    Egoístas como siempre
    y, como siempre, obtusos
    bestias como siempre
    carnales como siempre,
    pero siempre en lucha por afirmar la verdad.
    La belleza amiga, el infinito esperado.

    Santas poetas malditas
    Madres todas acorrais
    hijas, hermanas, mujeres. Humanas todas.
    No nos rindamos ante lo que ya saben,
    la trivialidad se repite y no actuaremos nuestros mitos, crearemos nuevos.

    Llegue a nosotras la danza, lenguaje primario, y, con ella, la palabra
    Y que habiten
    nuestro dolor
    nuestro arte
    nuestras academias
    nuestras envidias.
    Y la belleza, lentamente,
    se escotilla»

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