
Parece obvio que a todo el mundo le deberían apasionar las flores; sin embargo es una afirmación gratuita con la pretensión de aspirar a rango universal, al menos inicialmente.
La magia para robarle el tiempo a mis estudiantes tiene truco y no deja indiferente a nadie. El arte de captar su atención en temas tan tediosos como es la legislación educativa no dejar de sorprendernos a todos, y yo me incluyo. Por razones diferentes, estudiantes y profesora compartimos un reto común: ¡sobrevivir a la clase! Sin embargo, el hechizo que se produce al aplicar el método Flores para Aprender crea un ambiente desbordante, transformando el currículum, la didáctica, la enseñanza y el diseño de proyectos en un paisaje de naturaleza viva. Ya no nos limitamos a sobrevivir, sino a aprender.
Cada año se repite el mismo mantra cuando los estudiantes afirman al final del curso que han aprendido sin estudiar. El otro día, al terminar la clase mientras una alumna recoge la mochila para salir del aula le comenta a una compañera en voz alta: me voy estudiada. Mientras yo contemplo la escena miro, sonrío y pienso: ¿sabrán lo que significa estudiar? Para el autor Guillermo Rovirosa estudiar consiste en ‘aprehender’ la esencia, la razón de las cosas y de las ideas, en tomar posición, en escoger.
Entresaco del diario colectivo una breve reflexión de Valentina. Este diario es una herramienta didáctica que se escribe y lee durante el curso. Se concreta en un cuaderno generador de un espacio pedagógico en el que los estudiantes van describiendo cómo perciben su propio proceso de aprendizaje. El fragmento mencionado, del que tomo prestado el título para esta publicación, comienza como sigue:
Nunca me han apasionado las flores. Aunque, por supuesto, me gustan. Pero me gustan de la misma manera en que me gusta la música, y, por supuesto, mucho menos que los niños. Valoro y admiro a la gente capaz de tocar el piano o componer una sinfonía, y me parecen que realizan un trabajo similar al del jardinero que no tiene problemas en hacer florecer una flor. Es una labor hermosa, aunque incomprensible para mí. Por eso, cuando mi mejor amigo me preguntó de qué iba mi examen de cuatro horas de proyectos y le contesté “flores”. Él pensó que estaba bromeando y contestó “estas jodida”. Pero entonces comencé a explicarle cómo funcionaba nuestra flor particular, y conforme iba nombrando más y más partes de la flor, iba abriendo mis ojos sin poder ocultar mi sorpresa porque así, como si tal cosa, acababa de darme cuenta que sabía cómo sustentar un proyecto con la legislación actual.
Creo que eso es, en esencia, lo que significa enseñar: estar en medio de una broma y darte cuenta que has aprendido algo. No puedo describir esa sensación al darme cuenta, ese fogonazo en mis entrañas cuando en mi mente pude ver cómo todo se conectaba. En general, me recordaba a esas trilogías de fantasía que suelo leer en cuanto tengo algo de tiempo libre; cómo de pronto, al final, todo está relacionado y puedes ver delante de ti el mundo de las redes conectándose. Piensas “¿cómo no lo vi antes?”, jadeante, asombrada de una hazaña más propia de Agatha Christie y de sus intrigas policiacas que de una novela con magia de dragones o de una asignatura que involucra la legislación más actual.
Quiero poder invocar a esa magia cuando sea profesora. Quiero que el niño llegue a casa del colegio y salte en el sofá mientras explica emocionado las letras que se sabe, sin ser consciente de que acaba de aprender las bases de todo un mundo. Y, un día, cuando sea mayor, le preguntarán cómo aprendió a leer y sonreirá porque fue tan fácil y tan divertido como deslizarte por un suelo resbaladizo simulando que patinaba o agitar los brazos como un pájaro que vuela.
Esta reflexión de una de mis estudiantes al finalizar el curso no me deja indiferente. El método Flores para Aprender, que he ido elaborando y sistematizando año tras año para enseñar de otra manera, da sus frutos porque va mucho más allá de lo académico para conectar con la lógica vital. Con estas palabras, ella pone nombre a una experiencia de aprendizaje. Con su particular historia de vida, expresa un principio pedagógico de largo alcance evidenciando una transferencia de conocimiento de una forma tan natural como el respirar para vivir.
Son muchos los diarios que voy atesorando en los que mis estudiantes expresan de una u otra manera cómo perciben su proceso de aprendizaje. Valga este botón de muestra para intuir el potencial pedagógico y transformador de Flores para Aprender.
M. Isabel Rodríguez Peralta. Granada, 9 de marzo 2025
Fotografía de Enrique Medina, ciruelo rojo en calle Libreros, Alcalá de Henares
Transformar cualquier cosa en un «paisaje de naturaleza viva» es increíble, pero si está relacionada con la educación, considero que se está haciendo historia. ¡Qué maravilla leer a Valentina y su capacidad de contagiar la vocación docente gracias al método Flores para Aprender!
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¡Precioso testimonio!! Gracias por ayudar a dirigir la mirada a las esencias y a lógica vital…
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«Creo que eso es, en esencia, lo que significa enseñar: estar en medio de una broma y darte cuenta que has aprendido algo.» Que gozada leer textos como estos. Cuantas cosas expresa ese trozo de diario, sin embargo me quedaría con algo que va implícito: Que Valentina desee que sus alumnos aprendan sintiendo que lo han hecho de forma fácil y natural creo que es precisamente un deseo que está porque le han enseñado la didáctica de forma fácil y natural. ¡Las enseñanzas buenas y bonitas se transmiten más de lo que nos imaginamos!
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Me parece estupendo! Yo también lo quiero aprender! Gracias por esta aportación tan buena a la educación
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Bonita y profunda reflexión sobre el aprendizaje y la conexión entre diferentes aspectos de la vida. La manera en que describe esa revelación personal sobre las flores y la educación resuena con la esencia misma de enseñar: es un proceso de descubrimiento, tanto para el que enseña como para el que aprende. La idea de que el aprendizaje puede ser tan divertido y ligero como jugar o crear, en lugar de ser una tarea pesada, es un enfoque que seguramente generará un ambiente de aula vibrante y lleno de curiosidad.
¡Sigamos alimentando esa magia!
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