
La tarea educativa presenta graves limitaciones cuando faltan los marcos morales o se debilita el sentido del contexto. Hargreaves (1996) habla de que se está produciendo un pánico moral inmenso ante la forma de preparar a las generaciones del futuro. Puede parecer una exageración pero merece la pena tenerlo en cuenta por lo que tenga de cierto.
En el libro Ética y Escuela (2014), en la colección ‘Cuaderno de ética en clave cotidiana’ abordamos esta reflexión sin grandes pretensiones de sistematicidad. Por su interés esta obra se ha traducido también al portugués. En ésta publicación se plantea la necesidad de la ética en la escuela, en el currículum escolar y algunas claves a tener en cuenta en la tarea diaria que desempeñan los maestros y profesores.
Su exposición trata de ser un fluir ordenado del pensamiento en torno a la importancia de la ética en la escuela. Es necesario despejar las dudas de los que creen que se trata de una ‘maría’, de un añadido o incluso de ‘una asignatura sin más’ en un currículum necesario. La ética debe estar en el todo de la escuela.
Una tentación para los educadores es buscar refugio en una supuesta neutralidad respecto a los contenidos que pudieran ser polémicos y así acabar remitiendo únicamente a los procedimientos para evitar conflictos.
Es una habilidad aprovechar la fuerza del viento para navegar, la fuerza de la naturaleza para planificar nuestra vida personal y social. Ya que somos seres morales detengámonos en esa facultad de nuestra identidad. Es una clave formativa o educativa importante, una baza que juega a favor o en contra del cómputo final en felicidad, convivencia, solidaridad y justicia.

En cierta ocasión había tres picapedreros a las órdenes de un arquitecto, alguien que pasaba por allí preguntó al primero lo que hacía y éste contestó: pico piedras. Preguntó al segundo y respondió: hago los peldaños del pórtico. Cuando fue interpelado el último cantero aseveró: yo hago una catedral. Sólo con visión de futuro el todo cobra sentido y se amortiza el esfuerzo presente, especialmente en las tareas educativas.
No cabe duda que aquí entra en escena la educación, y de forma importante la escuela como agente principal. El cortoplacismo es una trampa que te atrapa cual una telaraña. Así lo cuantitativo se come lo cualitativo en la escuela, o dicho de otro modo lo urgente relega lo importante al desván del olvido más absoluto.
Afirmamos que la educación ética no sólo es hipotéticamente necesaria sino manifiestamente rentable en ahorro de enfermedades mentales y batallas sociales. La falta de ética nos sale cara en cotas de sufrimiento y en dinero. Las ‘depresiones éticas, la inmoralidad y la desmoralización acaban aplastando en su multitud de versiones. Una degradación moral que se burla de la ética destruye todo fundamento de la vida social, enfrentándonos unos con otros para preservar nuestros propios intereses.
El individualismo o ‘endiosamiento del yo’ frente a Dios, el lucro o ‘culto al dinero’ capaz de vender la dignidad del hombre; y el hedonismo o el capricho como máxima expresión de la permisividad, destronando la honestidad son las tres grandes tendencias de la modernidad en palabras de G. Rovirosa (1987).

La ética de mínimos no es una ‘ética light’ o ‘mini-ética’. En una sociedad tan plural y multicultural como la actual se trata de buscar, como afirma C. Díaz (2004), unos mínimos en los máximos y unos máximos en los mínimos. Se trata de sumar, no restar, a fin de construir una ética que supere intolerancias de todo signo.
A. McIntyre (1987) ha querido apostillar que todo este enfrentamiento entre éticas universales y particulares no lleva a ninguna parte. Según él hoy nos falta una visión unitaria del ser humano y se remite a los griegos y medievales. La modernidad ha convertido a la persona en mero sujeto de derechos, hurtándole los indicadores sobre cuáles han de ser sus virtudes y en qué marco ha de desarrollarlas. Sin rizar el rizo ni buscarle los cinco pies al gato, sea como fuere “La aceptación de la ética cívica no se origina mediante un superficial consenso de pareceres ni a través de pactos sociales interesados; se identifica con el grado de maduración ética de la sociedad” afirma M. Vidal (1984).
Es vital que el educador recupere su autoestima como tal y desee como algo prioritario formarse en los entresijos de las instituciones y sus dinámicas muchas veces inhumanas y deshumanizadoras. El entramado de las instituciones son las verdaderas tripas que constituyen el sistema global de nuestro mundo sociocultural y sin embargo, no se nos educa en ello. No nos quepa duda: somos en gran parte lo que han hecho de nosotros las instituciones.
En clave educativa debemos reconocer que para completar el ejercicio moral debemos contrarrestar el reduccionismo de la ética a mera moral personal, individual; es preciso fortalecer la conciencia acerca de la ética social y política. Por ello uno de los errores más peligrosos es separar ética de política; no olvidemos que el maestro es uno de los principales agentes políticos. La consecuencia de esta separación es sencilla: agrandamos cada día más el ejército de los idiotas morales (etimológicamente ‘el que se desentiende de la cosa pública’).
Así por ejemplo cómo educar en la noviolencia y mansedumbre, luchar por el respeto a la vida humana (no matarás); proponer la solidaridad y búsqueda de una justicia económica (no robarás); trabajar por la cultura del encuentro y la búsqueda de la verdad (no mentirás) y caminar hacía la fraternidad e igualdad entre la mujer y el varón (no prostituirás ni te prostituirás).
Afirmamos la necesidad de educar a los ciudadanos desde pequeños, desde la escuela a reconocer si las instituciones están al servicio de la persona y sirven al ser humano como fin o está contra la persona y se sirven de ella como medio y en qué medida lo hacen. No digo que esa educación en los vericuetos institucionales sea tarea fácil, pero sí que es un cometido posible, deseable, necesario y muy educativo. Para ello es muy interesante conocer el utillaje que aporta educar por medio de encuestas pedagógicas.
La paz real y duradera sólo es posible desde una ética global de la solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana
Para leer el texto completo y descargar el libro puedes pinchar en:
Ética e escola en ‘Cadernos de ética em chave quotidiana’ (versión portuguesa
Mª Isabel Rodríguez Peralta 02/12/2020
- Diaz C. (2004). Pedagogía de la ética social (para una formación de valores). Ed. Trillas, México.
- González de Cardedal, O. (2004). Educación y educadores: el primer problema moral de Europa. PPC, Madrid.
- Hargreaves, A. (1996). Profesorado, cultura y postmodernidad. Morata, Madrid.
- Macintyre, A. (1987). Tras la virtud, editorial crítica. Editorial crítica, Barcelona.
- Rovirosa, G. (1987). La virtud de escuchar. Voz de los sin voz, Madrid.
- Vidal, M. (1984). Ética civil y sociedad democrática. Desclée, Bilbao.
De acuerdo contigo en que el reto más trascendente que tenemos como personas y como humanidad es educar en la solidaridad, en que el dolor del otro me afecte, en que nadie es ajeno y la fraternidad sea el único horizonte.
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Completamente de acuerdo con todo lo que dices. Tenemos que recuperar nuestra autoestima que es importante para educar. Hace años había una asignatura obligatoria, en 4° de ESO que se llamaba Ética, ahora ha quedado relegada a una optativa, una María» ( la alternativa a la religión). Besos
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Después de leer la anécdota de los picapedreros y tus reflexiones sobre la educación y la política me quedo la emoción de que todas las actividades que hagamos pueden llegar a ser revolucionarias si las hacemos con consciencia 🙂 gracias
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