El desafío nacionalista se confabula en un golpe de estado en Cataluña, respaldado por una maquinaria propagandística con fuerzas huracanadas a favor del independentismo. Somos hijos de una historia, de nuestra historia de encuentros y de desencuentros. Su esencia viene marcada por la influencia del ambiente y por nuestras propias decisiones o indecisiones personales. ¿Dónde reside la fuerza del ambiente?
Cuando no educamos para el encuentro saltan por los aires todos los puentes, fracturamos la sociedad envuelta en una cultura de la violencia y subversión en donde la escuela ha sido y es colaboradora necesaria. Necesitamos hablar sobre ello y asumir responsabilidades.
El otro día paseando por un jardín muy especial contemplé unas margaritas amarillas que florecen cada otoño en el mismo lugar, en la misma esquina; los espacios importan. Me evocan recuerdos de mi infancia que saboreo sin igual. Los espacios sí importan porque nos ubican, orientan, acogen, influyen, nos forman y conforman. Al salir del colegio pasaba por un campo lleno de margaritas y llegaba a mi casa corriendo con un ramo de flores que mi madre cogía con alegría y ponía en un vaso con agua encima de la nevera. Ahí estaban y ahí siguen.
Nos solemos encontrar con cosas por el camino como esas flores pero realmente nos encontramos con nuestra propia historia. Nos reencontramos y reconciliamos con nosotros mismos en ese peregrinaje con destino.
El encuentro con las personas no es cruzarse por un pasillo en el trabajo o por la calle. El encuentro entre las personas es cuando los corazones se unen, cuando nos rozamos con la mirada. En cualquier caso siempre es un encuentro indirecto ya que se realiza a través de la mediación necesaria a través de la corporalidad.
Nacemos para el encuentro, para una conversión permanente, con una sed en nosotros que no quiere apagarse, a no ser que nos ahoguemos negando lo que es evidente por una opción nihilista. Quién se encierra en sí mismo se incapacita para el encuentro. Niega su propia esencia y su existencia. Todo nacionalismo está destinado al desencuentro.
Trabajar por un ambiente en el que el encuentro con verdaderos maestros nos enseña a pensar y saborear la verdad y el bien, nos enseña a vivir y convivir. La cultura del encuentro siempre multiplica fuerzas, posibilidades y oportunidades, cura la desesperanza y el desencanto. ¿Estamos dispuestos a crear esa escuela y a trabajar por una cultura del encuentro?
Mª Isabel Rodríguez Peralta 06/10/2017