Ahora más que nunca el mundo necesita los mejores maestros, porque ahora más que nunca pende sobre la escuela la “espada de Damocles”. Ahí están los datos del llamado fracaso escolar, que bien podríamos calificar como fracaso social y político; o podríamos pensar con Jean-Claude Michéa (2002) que es más bien una ignorancia programada en beneficio del sistema económico. La escolarización obligatoria y el éxito de la educación formal han constituido una conquista social, pero también ha dado lugar a nuevas formas de ignorancia. Y la ignorancia planificada siempre es un negocio.
¿Fracasa la sociedad o fracasa la escuela? Llamar las cosas por su nombre clarifica mucho el análisis educativo pero algunos se empeñan en recluir el problema solo al ámbito de la escuela confundiendo causas y consecuencias. El fracaso, la frustración, el abandono y acoso escolar y el abuso de poder a todos los niveles generan un ejército de víctimas y muchos sufrimiento. No hay que perder de vista que el aula no es más que una caja de resonancia de la violencia social que los niños y jóvenes, maestros y profesores sufren en la calle, los medios de comunicación o en la familia. Si la dignidad de la persona es sagrada y desde luego lo es, debemos desterrar todo trato vejatorio e injusto.
Ahora más que nunca estamos llamados a ponernos de acuerdo. Los que nos dedicamos a la educación, al oficio de enseñar, no podemos mirar hacía otro lado, ni tirar la toalla en esta tarea de formar a las nuevas generaciones. Educar es una propuesta que a veces resulta titánica, por no decir desesperante para algunos. Ahora más que nunca debemos tomarnos en serio la formación, urge más que nunca leer, leer y estudiar, conversar y compartir empezando por el mundo de los adultos y poner en acción todo nuestro ser y saber al servicio de la vida.
Es hora de comenzar a hablar de la cultura del deber, porque reducir todo a ‘derechos’ nos lleva a la ley de la selva. La escuela tiene que formar parte de una vida más fraterna y contribuir a un mundo más justo, sin olvidar que la solidaridad es un deber moral.
Ahora más que nunca tenemos que meter la ética en el uso de las tecnologías y no al revés. De lo contrario nos convertimos en esclavos atrapados en las redes sociales y móviles.
Y si además reducimos la educación a las emociones dejándonos huérfanos de la razón, nos encaminamos irremediablemente hacía un callejón sin salida, de manera que vamos disolviendo, como un azucarillo en un café, la sensibilidad y el sentido por la vida, imprescindible para educar.
Necesitamos, ahora más que nunca personas, educadores con visión de futuro que apuesten por educar con co-razón, como faros que alumbren el camino, como antorchas vivientes que pasan el testigo de un ideal de vida a las futuras generaciones. Nunca como ahora hemos tenido tantas posibilidades para afrontar la Novedad que viene a nuestro encuentro. Desafiemos las rutinas, abramos bien los ojos y los oídos, pero sobre todo el co-razón para vivir la vida.
Si quieres ver la conferencia completa del Juez de Menores Emilio Calatayud pincha aquí.
Mª Isabel Rodríguez Peralta 11/11/2018
«La ignorancia planificada siempre es un negocio.» No puede ser más cierto, por eso interesan tantas redes sociales que no nos mantengan informados sino comunicados a lo loco.
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Me encanta. Muchas gracias!
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Deber frente a solo derechos; ética en todo lo social, también en las redes; razón que mueva a la persona a elegir el bien. Co-razón como motor de la educación. Qué reflexión más certera para esta sociedad y para la escuela, que es su germen.
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