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Lectura lenta

Manits

Si aprender a leer es un segundo nacimiento, enseñar desde la pasión la lectura profunda es un privilegio al que todos los estudiantes deberían tener derecho.

Descubrí la metodología de la lectura profunda (close Reading) de una manera muy práctica, durante mi estancia en la Universidad de Humbolt, Berlin; en un seminario de lectura sobre el libro ‘Das implizites Wissen’ (1958) de Michael Polanyi (1891-1976), reconocido químico y filósofo húngaro, un autor del que no tenía conocimiento hasta ese momento. De manera que pude aproximarme a sus planteamientos en el ámbito de la filosofía de la ciencia por medio de la lectura profunda desde una perspectiva pedagógica de la mano del profesor Brinkmann, profesor que me introdujo en el ‘close Reading’.  ¡Fue apasionante!  Me enganché desde el principio hasta el final, descubriendo en cada palabra, en cada expresión, en cada línea las conexiones que se establecen en la profundidad del conocimiento tácito del que partimos todos. Pero este episodio lo dejaré para otra entrada más adelante.

Me quiero centrar en la lectura lenta. Sin duda experiencias como la que acabo de indicar van forjando el deseo de avanzar en la pedagogía de la lentitud, porque la lectura profunda implica leer sin prisas, con detenimiento, siempre en diálogo con el autor.

Son cada vez más los sectores de la sociedad que demandan poner freno al desenfreno trepidante en el que estamos sometidos, en aras a una eficiencia del mercado e impuesto por las nuevas tecnologías. Hay una relación entre la crisis de lectura y el impulso global hacia la productividad. Descubrir el valor de la lentitud como una forma de avanzar con mayor eficacia, es sólo una paradoja aparente, recordemos el refrán ‘vísteme despacio que tengo prisa’, o quién no conoce la fábula de ‘la liebre y la tortuga’.

Los hábitos de lectura lenta, profunda, cercana son diferentes experiencias que apuntan, sin ir más lejos, a una forma cualitativamente superior de lectura y ponen en valor la importancia del tiempo; su cadencia y ritmos contrastan de forma superadora con la lectura rápida y acelerada.

La lectura lenta es la reducción intencional en la velocidad, que nos permite aumentar la comprensión y el placer; nos permite imaginar y soñar, disfrutar, desarrollar un pensamiento racional, oír  palabras pasadas, escuchar y discutir con el autor como si de una batalla se tratara, trasladarnos en el tiempo, leer entre líneas, pero sobre todo vivir en intensidad, en definitiva tomar el control del tiempo y marcar el ritmo en la lectura también forma parte de la libertad personal.

El filósofo Han Byung-Chul, autor coreano del ensayo Duft der Zeit (El aroma del tiempo, 2015), comenta que al final de sus estudios (de metalurgia) se sentía como un idiota. Se marchó de Corea a Alemania para estudiar literatura pese a que apenas podía expresarse en ese idioma. Leía demasiado despacio, de modo que, finalmente se pasó a Filosofía porque descubrió que «para estudiar a Hegel la velocidad no es importante. Basta con poder leer un página por día”.

La velocidad, las prisas y las precipitaciones marcadas por la vida cotidiana se convierten en una dificultad objetiva para adentrarnos en un enfoque que nos ayude a desacelerar el ritmo de la vida moderna, y ello también en las escuelas y universidades. Así por ejemplo Gianfranco Zavalloni propone en su libro ‘Pedagogía del caracol: por una escuela lenta y no violenta’, perder tiempo para ganarlo, perder tiempo para conversar, para caminar, para aprender, para vivir y compartir.

La lectura profunda significa leer para descubrir, como en una cebolla, las capas de significados que conducen a una mayor comprensión. Son técnicas para apreciar y percibir en un texto toda su hondura y complejidad por muy simple que sea. Una metodología para conocer la lectura atenta, verdaderamente atenta, sin agotar las posibilidades de observación, interpretación e intuición.

Nietzsche elogia la lectura lenta en el prólogo de su obra Morgenröte (Vorrede 5, 1886) cuando afirma:

“(…) Este prefacio llega tarde, pero no demasiado ¿qué más da cinco años que seis? Un libro como éste, un problema como éste no tiene ninguna prisa. Ambos somos amigos de lo lento, tanto yo como mi libro.

No en vano he sido filólogo y  siga siéndolo, lo que quiere decir que soy un maestro de la lectura lenta y finalmente también de la escritura lenta.

Ahora la lentitud no sólo forma parte de mis costumbres sino también de mis gustos, para ¿quizás por malicioso? no escribir y hacer desesperar a los que siempre tienen prisa. 

Pues la filología es un arte venerable, sus admiradores la persiguen, le dejan paso, se toman tiempo, callan y ralentizan, cómo en el arte de orfebrería, conocedores de las palabras, esculpen con tal delicadeza y esmero al que no se puede llegar más que con lentitud.

Precisamente ahora es más necesario que nunca en esta era del ‘trabajo’ inmersos en las prisas indecentes y angustiosas por querer terminarlo todo con rapidez, incluso cada libro viejo y nuevo;  razón por la que nos cautiva y nos sentimos atraídos con fuerza.

Ni siquiera las prisas consiguen terminar con la lentitud, ella nos enseña a leer bien, es decir, despacio, con profundidad, con consideración y cuidado, con pensamientos profundos que dejan las puertas abiertas de par en par, con dedos y ojos delicados”   

(Traducción propia del original: Friedrich Nietzsche: Werke in drei Bänden. München 1954, Band 1, S. 1011-1017, http://www.zeno.org/nid/20009244018)

En definitiva, introducir tiempo de lectura lenta en nuestras aulas tiene muchos beneficios cuando transmitimos como maestros la pasión por leer como acto de rebeldía ante los imperativos de una sociedad acelerada. Es más, quizás comenzando por una lectura lenta, cambiemos otros hábitos marcados por el estrés y el agobio de querer hacerlo todo y no hacer nada.

¿Cuál es tu experiencia lectora? puedes dejar tu comentario abajo

Mª Isabel Rodríguez Peralta

(*) Si deseas citar esta página

Rodríguez Peralta, Mª I (2018). Lectura lenta. En Claves para educar, consultado el (fecha de consulta) en https://isabelrodriguezclavesparaeducar.com/2018/10/27/lectura/

Foto: Ester Medina, Amantis religiosa, parque Sulatn Ahmet, Estambul

17 comentarios en “Lectura lenta”

  1. Recuerdo aquellos años donde era TAN importante la velocidad lectora del alumnado que hasta un inspector venía a las pruebas.
    Pero lo que felizmente recuerdo fue cuando por mi cuenta y riesgo decidí abandonar esa práctica y el tiempo que perdía con ella y me centré, con gran alegría de los niños, en la lectura lenta y el significado de lo que leían.
    Entonces fue cuando me dijeron muy contentos: «seño, aquí pone cosas que … señor ¿sabes una cosa? ¡Ya sé leer! Fue cuando se dieron cuenta que sabían leer, que en verdad lo que querían decir era: «seño, comprendemos los que leemos».

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  2. La lectura profunda es como andar por campo minado… un paso precipitado o mal dado puede acabar con todo el proceso. La lectura profunda es como bucear entre las palabras como tiburones del océano. Avanzar lentamente pero sobre todo en profundidad de relaciones, de implicaciones y de aplicaciones… gracias y ánimo

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  3. La lectura te adentra en el maravilloso mundo de la libertad, la alegría, la liberación personal y el saber. Para mi una de las experiencias más gratificantes.
    Gracias Isabel

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  4. ¿Para qué leer con prisas? Ya vamos lo suficientemente rápido en la vida como para leer con prisas. Leer es vivir aventuras, ser alguien diferente en cada libro, visitar lugares desconocidos…
    Disfrutemos, al igual que se disfruta un viaje, buscando rincones desconocidos, descubriendo en cada párrafo, estrofa, palabra cosas nuevas que nos hagan ver otros mundos.
    Seamos libres.

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  5. Sandra estoy de acuerdo contigo : la lectura te adentra en el mundo de la libertad, porque no importa el tiempo que le dediques sino la sabiduría que sacas de ello. Yo nunca he tenido hábito lector y, además, me siento muchas veces presionado por terminar un libro. Sin embargo, los libros que más me han gustado son aquellos que me han hecho pensar, que me han hecho anotar, que me han obligado a tomar un folio y un boli para escribir lo que leía. Y eso solo lo he encontrado en pocas obras (especialmente de filosofía y teología).
    Gracias por este recordatorio, Isabel

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  6. Me ha encantado!! Y me apunto la cita sobre » Pedagogía de un caracol». Lo que nos has querido transmitir forma parte de nuestro día a día como maestros. Es justo eso » perder tiempo para ganarlo después». Te felicito una vez más! María Isabel Rodriguez

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  7. En primer lugar he de decir que estamos todos rodeados de esta velocidad del tiempo que nos interpela a no parar ni un segundo. Y es una lucha que todos, a mi juicio, hemos de combatir. Por otro lado, en lo que se refiere a la lectura, me siento reflejado en ese «consumismo lector» al que el artículo se refiere dado que, por ejemplo, yo en este verano he dedicado mucho tiempo a la lectura (cosa que no suelo hacer durante el resto del año). Y es cierto que me he visto en la situación de verme corriendo, ansiado por devorar páginas de libros que apenas estaban tocando la superficie de mi alma, por el simple hecho de sumar un número más a la lista de libros leídos durante el verano. Por eso digo que «quien esté libre de pecado que tire la primera piedra», si alguien nunca se ha visto afectado por esta situación. Por lo que es interesante reflexionar sobre el porqué de dicha actuación…
    Y también hay una realidad que debemos redescubrir en nuestras vidas que es: el valor de la lentitud como una forma de avanzar con mayor eficacia. Pienso por ejemplo en una relación amorosa: si un chico y una chica van corriendo en el camino del conocimiento mutuo, probablemente la cosa acabe regular… O una flor que esperamos que crezca: si nos ansiamos en regarla cada 3 minutos con la esperanza de que crezca más rápido, solo nos llevaremos la respuesta de matar la propia planta… Y es que las cosas de palacio van despacio.

    Por último, sería interesante poner en común los distintos formatos aplicados en contextos educativos para trabajar la lectura y su profundización. Muchas cosas podría yo también aportar sobre este tema, dado que este año he tenido al menos tres experiencias (dos de la facultad y una en verano con un par de amigos) relacionadas con la lectura… Pero por resumir, tiene sentido trabajar la lectura capítulo a capítulo, y sobre todo poner en común las experiencias que se van viviendo a lo largo de este trabajo.

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    1. También diré en relación a esta forma de lectura la experiencia que tuve con el libro «La virtud de escuchar» de Rovirosa. Hicimos una lectura en grupo donde, si no recuerdo mal, quedábamos un día a la semana que nos viniera bien a todos los componentes del grupo y llevábamos leído para entonces un capitulo del libro mencionado. En dicha lectura personal tendríamos ocasión para hacer nuestros subrayados y anotaciones particulares para luego comentarlas en el grupo. Y la verdad que dio un resultado inesperado y enriquecedor. Por un lado digo inesperado porque aunque cada uno llevase 5, 6 o más anotaciones hechas, con que alguna de ellas fuese suficientemente elocuente para dialogar, nos bastaba para estar toda la hora de conversaciones sobre dicha frase y el planteamiento o el enfoque personal que cada uno le daba a la misma. Por otro lado, era muy enriquecedora esta forma de leer, porque en aquellas cosas que uno no se había parado a prestarle atención o no había entendido, al final siempre alguien la sacaba a colación por cualquier motivo. Con lo cual, la lectura de dicha obra se hacía mucho más rica.
      RE-FLEXIÓN, RE-LECTURA, RE-INTERPRETACION: estas tres palabras me parece que envolvían continuamente a este proceso lector. Y me ha parecido muy oportuno porque esta forma de leer creo que ayuda no solo al mero hecho de leer, que ya es algo bueno, sino que lleva a pensar, a generar en uno mismo su propio criterio y enriquecerlo con el del resto de compañeros, y ayuda a poner la propia vida al remojo de la lectura, enfocando el contenido de la lectura sobre la propia experiencia. Y esto, con una simple lectura personal e individual, creo que no es suficiente para alcanzarlo.

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  8. Gracias por compartir Isabel….. la lectura lenta, saboreada, disfrutada, sentida es toda una lección de vida para trasladarlo a todas nuestras experiencias

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  9. Gracias Isabel por este artículo. El placer de leer sin prisas, comprendiendo y, porqué no, viviendo lo que se lee. Hoy es una tarea a retomar en nuestro quehacer educativo. La prisa se mete por todos lados y al final todo se pierde.
    Lo retomaré y lo llevaré a cabo.

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